Para volver al Sumario hacer CLICK ACA

LEER O MORIR*. Una historia de la lectura.

por Gabriela Pesclevi

   “Lo primero que tuve en mente, fue ese plano final que une los dos grandes cementerios de la Argentina, el oficial y el no oficial, ligados por esa cercanía tan notoria y esa distancia a la vez absoluta entre una necrópolis dedicada a la gloria de los allí enterrados, su auto celebración, y el río innominado donde no hay tumbas, no hay cadáveres, no hay nada, salvo la inmensidad, el infinito”. 
Nicolas Prividera. Página 12. Suplemento Radar. Julio 2012.


Los asuntos de la letra escrita y la letra publicada, son asuntos de los que se ocupa también la película de Prividera, Tierra de los padres. La letra escrita del poder. La letra como ley. La ley del padre. La letra filosa que se empuñó para derrotar al enemigo y se proclamó patria. Se dijo nación. Y lo hace desde el pleno corazón del barrio de la Recoleta. Desde su cementerio. Desde su sacra opulencia y desde sus ruinas.

Y si bien hay otras letras que podrían pensarse como contrapuntos de la letra mármol, la letra insignia, la letra única, la letra gruesa, fina y llena de entrelíneas de nuestra historia, en el cementerio de Recoleta las letras que aparecen como fugas casi desaparecen y se cruzan con las letras de los parlamentarios, con las letras de las milicias. Son letras que Nicolás Prividera viene a sacar al sol, a la luz. En la llovizna. Hacia el final de la tarde. En el silencio. En el vacío de esos pasillos. O en plenos rituales con cánticos y todo a través de los poetas.
Una imagen nítida, blanca como el blanco de las estatuas, como el blanco de guardapolvos, y hasta el de las letras del subtitulado en ingles. Blanca como las piezas escultóricas de próceres y amigos de esos próceres. Como la piel de muchos de los oradores, como la de la niña que lee una página de Echeverría y que trastabilla con la lectura; porque la historia es la que trastabilla sobre las lenguas. Ese blanco, esa imagen neta choca con discusiones menos nítidas, menos blancas, más barrosas. Las lenguas que traducen miserias y derroteros. Hendiduras y andamiajes.
Las páginas elegidas, leídas por los bardos, conmueven, quizá por el tono de cada uno. El modo en que han inclinado sus torsos, el modo que han puesto sus manos sobre el libro. Se trata de mujeres y hombres, que leen la historia sin grandilocuencia, los poetas espectrales, los poetas que son pura voz. Los oradores de un mismo libro que por momentos se vuelve claramente diferente. Un libro abierto sostenido con solemnidad. Leída cada cita con más o menos desprendimientos. Con más o menos melancolía. Con mayor o menor distanciamiento.
Sobre las tumbas se puede leer el pasado. Se puede leer y ver el pasado desde esta colección de citas. El pasado leído desde una fragmentariedad reveladora. Una lectura que desacomoda el pasado de lustres y telarañas y que interpela el presente. Una lectura que se topa con obreros de la construcción. Con celadores que regatean por un mango. Con pibes cavadores del conurbano. Con niños, hijos, fotógrafos, viudas, turistas y policías.
Leer mientras se cava la tierra, mientras se plumerea el polvo, mientras transitan los muertos, mientras se tienen presentes determinados lugares que no se quieren mostrar. Se trata de una lectura viva. Sin guiños, inacabada.
Hay una correspondencia entre la yuxtaposición de lecturas y la yuxtaposición de imágenes. Aunque esas imágenes se muestren con una cámara límpida, con encuadres incompletos, partidos, perfiles de una arquitectura clásica, vestigios de nombres y batallas perdidas: las citas visuales del inicio de Tierra de los padres, proyectan una lectura de la historia. La que nos toca y mueve. *Hay un plano abierto con las cuatro mil quinientas bóvedas. Hay un plano detenido con un guardián de la recoleta, el señor que lleva un overol. Hay un gran plano general con las aguas turbias del río de la plata. Ese río, ese final, como dijo el director de la película, fue el comienzo. Percibimos algo de eso sin saberlo. Llevar la cámara a ese lugar es una lectura de la historia. Es un punto de partida y un regreso.

*El titulo parte de una reflexión que hace la narradora Giovanna Rivero cuando un periodista le pregunta: ¿Qué eslogan propondría para una campaña nacional de lectura? Y ella agrega: “Leer o morir (de aburrimiento)”. Aunque quizás tendría que añadir una enmienda para no imitar esa horrible ley de la academia gringa: publish or perish.
* “Con solo que “ellos” y “nosotros” tuviésemos las mismas ideas, saldríamos adelante como una casa en llamas, pero ellos no ven el mundo con nuestros ojos y nosotros no las vemos con los suyos”. La soledad del corredor de fondo. Alan Sillitoe

No hay comentarios:

Publicar un comentario