Para volver al Sumario hacer CLICK ACA

LOS CEMENTERIOS DE LA HISTORIA

Por Esteban Rodríguez

“La herencia no es nunca algo dado, es siempre una tarea.”
 “El porvenir sólo puede ser de los fantasmas.”
Jacques Derrida, en “Espectros de Marx”.


Win Wenders decía que la vida es en colores, pero en blanco y negro es más realista. “Tierra de los padres” es la nueva película de Nicolás Prividera que fue excluida tanto del festival de Mar del Plata y del BAFICI rigurosamente vigilado por los esnobistas Amantes del cine. Una película en colores pero sin matices, donde solamente hay lugar para blanco y negro. Una película hecha con contrastes, palabras encontradas, en pugna, de diálogos inconclusos. La luz del invierno, las nubes que se posan sobre el cementerio, vuelven más lúgubre la escena. Una trama que tiene como escenografía principal al marmóreo cementerio de la Recoleta.
Ese cementerio, camposanto de próceres y figuritas Billiken, es un cementerio que se dispone para recorrerlo con un plano en la mano, que forma parte del circuito turístico y la visita escolar. Un lugar lleno de bronce y palabras pomposas que recuerdan a los muertos ilustres que allí descansan. La estatuaria clásica que adorna las tumbas pretende disimular la violencia que fueron y nos legaron. Una historia forjada a punta de pistola, sangre destilada y coagulada también. Porque después de la guerra vino el terror. Porque como dijo Walter Benjamin: “Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.”
Hay fantasmas que irrumpen, centellando un mensaje que continúa oprimiendo como una pesadilla el cerebro de los vivos, para recordarnos las tareas pendientes, las polémicas recurrentes. Los fantasmas que asedian pasarán desapercibidos para los visitantes del cementerio. No quieren ver o son extranjeros y no entienden. Luego el fantasma se irá desvaneciendo mientras nosotros nos quedamos masticando aquellas palabras. Pero no hay demasiado tiempo. No terminamos de digerirlas cuando aparece otro espectro haciendo contrapunto. Sin llegar a proponer un círculo vicioso, las palabras se repiten, la frase parece siempre la misma frase, una palabra que se repite como si fuese el mantra secreto y agobiante de una Argentina encallada en aquellas frases. Una palabra que, después de tanto repetirla, de tanta reescritura, se hizo carne, munición. Aquellas frases son la trama oculta de una historia forjada a punta de bayoneta y pistola. Frases que componen un laberinto para la historia, como cualquier cementerio.
Las frases de 1880 parecen escritas para 1976. Y las palabras pronunciadas en 1977 parecen del siglo pasado. La historia se repite otra vez. Hegel estaba equivocado, al igual que Marx. La parodia no sucedía a la tragedia. Pero también Nietzsche estaba errado cuando decía: “incipt parodia, incipit tragedia”. Acá, en Argentina, después de la tragedia vino la tragedia. Se trata de frases fuera de quicio, que continúan interpelando a las jóvenes generaciones, desencontrando a los argentinos.
Aquellas frases son el intento de comprender las imágenes que abren la película. ¿De dónde viene tanta violencia? ¿Cómo se puede bombardear una plaza en pleno mediodía?
El staff estable del cementerio son las palomas, los gatos y los turistas tomando fotos. Porque dijimos que el cementerio queda en pleno barrio Recoleta, lugar escogido por la prole para continuar asegurándoles a la parentela un lugar en la historia con mayúscula.
Pero hay tumbas que no valen la pena, que cayeron en el olvido, que no forman parte de la visita guiada, que subsisten como escenografía tétrica, porque al fin de cuentas estamos en un cementerio. “Cada vez hay más bóvedas abandonadas”, dice una mujer. Frente a esto, hay dos posibilidades: o los familiares se quedaron sin plata o decidieron su olvido. Esas tumbas están derruidas, tapadas con la mierda de paloma y degradadas por la humedad. Allí la naturaleza continuó con su silenciosa tarea. Esas ruinas nos informan del tratamiento desigual sobre el pasado en manos de sus cuidadores. Porque el otro miembro estable del cementerio son los encargados de mantener los sepulcros. Se cuida aquello que tiene un lugar en la Historia. Allí la cultura continúa su disputa contra la naturaleza. Ellos pintarán las bóvedas, lustrarán los féretros, cambiarán las flores, quitarán las telarañas, la mierda de paloma, y los vidrios estarán siempre transparentes.
La apuesta de Prividera no parece sencilla. Se mete con los pesos pesados de la historia y los lugares comunes. Conjurar la historia argentina hecha de restos, de grandes frases y sangre derramada. No tengo claro que Prividera esté repitiendo con Marx, “dejemos que los muertos entierren a los muertos.” Prividera exorciza, pero también quiere escuchar de cerca a Moreno, a Gianuzi, Aiub o Walsh.  
Hay momentos sublimes. Yo voy a elegir dos. El primero de ellos llegará con la tumba de Evita. La Evita que elige Prividera no está hecha de buenos modales. Prividera le devuelve el jacobinismo a la Evita de la Recoleta. Las palabras contrastan con el bronce de tanta placa y plaqueta a su alrededor. El mensaje que elige Nicolás continúan siendo las palabras que no puede digerir el peronismo que se enriquece a costa de los trabajadores, pero tampoco el peronismo concheto que necesita de clichés y merchandising para representar lo que todavía no se anima a hacer.
El segundo momento llegará con el final. Una panorámica del Río de la Plata que aparece después de sobrevolar la ciudad de Buenos Aires. Porque hay varios cementerios en la película de Prividera. Los otros cementerios son una consecuencia de aquel ilustre cementerio. El Río de la Plata, esa fosa común, anónima; catacumba elegida por los militares para sepultar las voces que la sociedad en general no estaba dispuesta a escuchar.
Pero hay más, porque entre la Recoleta y el Rio de la Plata se encuentra la villa 31. La villa está ahí, sigue ahí. Eso es lo que parece decirnos Prividera a todos aquellos que nos pavoneamos con el desarrollo nacional y popular. Dicho esto, entendemos enseguida que el montaje de Nicolás es otra película políticamente incorrecta, que pone los nervios de punta a aquellas generaciones que se entusiasman otra vez con la patria, sin atreverse escuchar las voces de los muertos vivos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario